Ana Luisa Tejeda Córdoba
El discreto encanto de la poesía
Ana Luisa Tejeda Córdova
México/A Leer IBBY México
(astromelia@prodigy.net.mx)
Resumen: La tradición poética en México proviene de las antiguas culturas indígenas.Así mismo, las mujeres mexicanas, como otras en muchos lugares de la tierra, cantan, desde tiempos remotos, arrullos a sus hijos recién nacidos. La reciente instauración del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños convocado por la Fundación de las Letras Mexicanas es un esfuerzo loable que motiva a escribir poesía para la infancia. La Guía de Libros Recomendados para Niños y Jóvenes que hace ya veinticuatro años publica ALeer IBBY México aporta datos sobre publicaciones de poesía en México. La poesía discreta y delicada se halla entre los géneros literarios minoritarios.
Palabras clave: tradición, poesía, editoriales, poetas.
Abstract: The Mexico’s poetic tradition comes from the ancient native cultures. In the same way Mexican women, like others in many places around the world, have sung lullabies to their newborn children since remote times. The recent establishment of the Children’s Poetry Latin-American Award, which is convened by the Mexican Arts Foundation, is a loadable effort to motivate authors to write poetry for childhood. The Recommended Books Guide for Children and Young People, which has been published for 24 years by A LEER – IBBY México, gives information about poetry books. Poetry, discreet and delicate, is found among the minor literary genres.
Keywords: tradition, poetry, publishing houses, poets.
Nuestra poesía… nuestros poetas
La tradición poética en México proviene de las antiguas culturas indígenas. Pinturas murales y libros pictográficos muestran imágenes de sacerdotes con volutas de la palabra adornadas en sus bordes con flores, símbolo de la palabra florida que es la poesía. Los cuicámatl eran los papeles de cantos que los jóvenes estudiantes aprendían y entonaban en el Calmecac.
La belleza y sentido profundo de aquellos cantos tuvieron la fuerza de permanecer en la memoria de los viejos indígenas que los cantaron sin cesar y en las pinturas que muchos años después fueron transcritas (León-Portillla, 1998: 10).
Yo canto las pinturas del libro
lo voy desplegando,
soy cual florido papagayo,
mucho es lo que hablo,
en el interior de la casa de
las pinturas.
En la época virreinal, la poesía sacra que escribe Sor Juana Inés de la Cruz es el puente para transitar de la cosmogonía prehispánica a la visión de los conquistadores. Sor Juana entregada al trabajo de la palabra escribe maitines y villancicos para las fiestas y el pueblo novohispano embelesado, escucha estas composiciones de fresca y gustosa lírica trasminadas por un tono popular, juego e inocencia. En la catedral iluminada hombres, niños, mujeres del pueblo, ricos y pobres asombrados escuchan las coplas de Sor Juana. “Con los pies sube al Templo / la Niña bella: / con los pies anda, y con el Alma vuela” (Henríquez, 1995: 220).
Llega el siglo XVIII y transcurre con la presencia de obras en las cuales se repiten los cánones de la poesía clásica sin muestras de originalidad, en cambio, el México del siglo XIX trae consigo poetas como Gutiérrez Nájera, precursor del modernismo; Amado Nervo, Luis G. Urbina, y José Rosas Moreno que entre otras cosas escribió también teatro infantil y libros de lectura para niñas y para niños. Acunados en el reciente siglo XX poetas que todavía no terminamos de leer: Juan José Tablada, Ramón López Velarde, Alfonso Reyes, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Octavio Paz, Efraín Huerta, Rosario Castellanos, José Emilio Pacheco, Coral Bracho y Alberto Blanco de quienes se han publicado ediciones para niños y jóvenes.
Y como en otros muchos lugares de la tierra, desde siempre, las mujeres mexicanas cantan a sus hijos recién nacidos esa mezcla de poesía y tradición popular que vibra como un misterio en su corazón y resuena en su voz.
De tanto repetir los arrullos y jugar con ellos las madres, las nanas y las abuelas los transforman en retahílas, adivinanzas, trabalenguas… Con estos juegos de palabras, las mujeres entregan a sus hijos la herencia invaluable de la poesía.
Señora Santa Ana
¿por qué llora el niño?
Por una manzana
que se le ha perdido.
Así, sin más, cuando comparten con ellos los sonidos, la música, las imágenes, los silencios, el sinsentido de la palabra, les regalan la capacidad de disfrutar la belleza. “Tengo para mí que la belleza es una sensación física, algo que sentimos con todo el cuerpo. No es el resultado de un juicio, no llegamos a ella por medio de reglas; sentimos la belleza o no la sentimos”. Tal cual, perciben la belleza los niños, sin cuestionamientos, dejándose llevar por la placidez que les provoca: “sentimos la belleza o no la sentimos” (Borges, 2001: 121) asevera el poeta y los niños, que ya lo sabían, persiguen con su natural curiosidad y asombro el ritmo y la música de las palabras: la belleza. Tan sólo recordemos al bebé que disfruta escuchándose él mismo, repetir una y otra vez la misma tonada, o al otro a quien le regocija nombrar los dedos de la mano.
Los niños seguirían jubilosos enredados en el vaivén de las palabras, inmersos en esa tradición poética siempre que escuchen a alguien querido leerles poesía. A un adulto sin miedo a la sonoridad, a la sinrazón de las palabras, a un adulto que se aventure en lo insólito y lo extraordinario, a un adulto que se divierta leyendo un poema así de juguetón (Luján, 2003: 18).
Este es un rugido que se fugó del zoológico
Este es un pirata que tenía un loro cojo
Este es un camello más pequeño que un piojo
Esta es una aguja que aprendió a guiñar el ojo
Este es un ojo al que todo le parece lógico
Este es un poeta al que se le ha fundido el foco
El lugar de la poesía
Para que los niños sigan jugando con las palabras, para que inventen con ellas y las reinventen, para ensanchar su sensibilidad y para que encuentren palabras con la cuales expresar sus sentimientos, es necesario leerles poesía, que lean poesía, que tengan libros de poesía, que digan y escriban poesía. Actualmente encontramos libros de poesía para niños y jóvenes en librerías y bibliotecas, sin embargo las publicaciones que se editan aún no son suficientes.
Los personajes de Buñuel en el Discreto encanto de la burguesía van de un restaurante a otro sin encontrar uno en el que los atiendan, así la poesía, y especialmente la dedicada a niños y jóvenes, busca desde hace tiempo un lugar donde ser recibida para permanecer y desarrollarse.
A principios de la década de los 80 en el México del siglo pasado los editores vuelven la vista a la Literatura Infantil publicando principalmente narrativa. No obstante la categoría de los poetas mexicanos su obra es tomada en cuenta, hasta 1983 cuando CIDCLI publica La Luciérnaga. Antología de la Poesía Mexicana Contemporánea que reúne a veiticinco de los más importantes poetas mexicanos del siglo XX.
La Secretaría de Educación Pública en 1984 edita en su colección “Ediciones del Ermitaño”, entre otros, El libro del Sol y El libro de la luna en los que reúne poetas mexicanos, latinoamericanos y españoles con textos de un tema determinado. “Los Libros del Rincón”, un acervo para las escuelas oficiales que surge en 1988 incluye los libros de poemas: Sol de Monterrey de Alfonso Reyes, Llamo a la luna sol y es de día selección de Marta Acevedo y Margarita de Rubén Darío.
Entre 1990 y 1993 la editorial CICCLI conforma su colección “Reloj de Versos” en la que poetas iberoamericanos comparten las páginas con ilustradores del mundo; al mismo tiempo aumenta la cantidad de poetas que se incorporan a la lista de la LIJ: Antonio del Toro, Luis Miguel Aguilar, Myriam Moscona, Fernando del Paso, Alberto Forcada, Elsa Cross, Coral Bracho. Las publicaciones para niños y jóvenes de la década de los 90 están marcadas por el entusiasmo y la aventura, se juega con los formatos, el diseño, la tipografía, la ilustración.
Instituciones y editoriales apuestan a proyectos novedosos, tal es la hermosa colección de “Alas y Raíces a los Niños” de CONACULTA que publica a partir de 1998 unos pequeños libros ilustrados con dibujos de niños originarios del estado natal del autor de cada libro, dos ejemplos son: Brochazo de sol del tabasqueño Carlos Pellicer y Que me bautice el viento de la coahuilense Enriqueta Ochoa.
Una interesante y original selección de poetas se publica en el 2001 por la editorial independiente Del Rey Momo en colaboración con COANCULTA y FONCA la cual ofrece obras de poetas del mundo escritos en español y alguna lengua indígena mexicana como El hornero de Leopoldo Lugones traducido al mixteco.
Circo poético, Color de hierba, Crónicas de infancia, Infancia de luz, Tren de cuerda son algunos de los títulos publicados entre el 2003 y el 2004 por la editorial SM en los que se entregan fragmentos y poemas de José Juan Tablada, Salvador Novo, Homero Aridjis y Fernando Pessoa, entre otros, en unos libros de evidente calidad editorial.
La poesía para niños y jóvenes en México ha tenido la fortuna de imprimirse en libros atractivos y originales, sin embargo no se ha distribuido satisfactoriamente y tampoco se ha publicado la variedad ni la cantidad ideal para que todos disfruten de ella.
La reciente instauración del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños convocado por la Fundación de las Letras Mexicanas y el Fondo de Cultura Económica es un esfuerzo importante que motiva a escribir poesía para los niños y del que han surgido autores jóvenes. Luigui Amara con Las aventuras de Max y su ojo submarino y María García Esperón con Tigre de la otra noche son dos de los galardonados mexicanos que se inscriben en la fila de nuevos poetas de México al lado de María Baranda y Monique Zepeda.
Creo como dice García Lorca que “La poesía es algo que anda por las calles: Que mueve que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio de todas las cosas” (García Lorca, 2007, 23), y no comprendo entonces, por qué los estantes de la librerías, de las bibliotecas, los catálogos de muchas editoriales los acervos escolares limitan el espacio a la poesía.
La Guía de Libros Recomendados que publica ALeer IBBY México desde 1986 es testimonio de la presencia limitada de poesía para niños en México. Los registros a partir del año 2000 son los siguientes: en el 2000, de 477 libros recomendados, 16 son de poesía; en 2001-2002, de 233 libros recomendados, 5 son de poesía; en 2003-2005, de 736 libros, 9 son de poesía; en 2009, de 363 libros, 22 son de poesía; y en el 2010, de 240 libros, 13 son de poesía.
A lo largo del tiempo, la publicación de poesía ha sido escasa en comparación con la narrativa y otros géneros, tal vez porque “La poesía estuvo desde los orígenes, ligada a la magia y a la profecía… y probablemente los primeros poetas fueron chamanes o sacerdotes…” (Trevisan, 2004:69), los adultos tenemos miedo de acercarnos a ella, intentar comprenderla y dejarnos conmover por el misterio de su belleza.
La poesía, discreta y delicada se halla entre los géneros literarios minoritarios, sin embargo, su fuerza estética, su encanto, resuenan a nuestro lado desde siempre, poco a poco ganará entre los libros un lugar relevante. Padres, maestros libreros, editores y todos los interesados en la lectura somos responsables de avivar la sensibilidad de los niños y jóvenes manteniéndolos cerca de la poesía para que la gocen, la descifren… la escriban.
Bibliografía
BORGES, Jorge Luis (2001), Siete noches, México: Fondo de Cultura Económica.
GARCÍA LORCA, Federico (2007), Santiago, Madrid: Libros del Zorro Rojo.
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro (1994), Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz II Villancicos y Letras Sacras, México: Fondo de Cultura Económica.
LEÓN-PORTILLA, Miguel (1998), Quince poetas del mundo náhuatl, México: Diana.
LUJÁN, Jorge (2003), Palabras manzana, Madrid: Anaya.
SERRANO, Francisco (1983), La Luciérnaga. Antología para Niños de la Poesía Mexicana Contemporánea, México: CIDCLI.
TREVISAN, Armando (2004), Reflexiones sobre la poesía, México: Plaza y Valdez.